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»Ponte a pensar: ¿Quién, siendo inocente, ha perecido?
    ¿Cuándo se ha destruido a la gente íntegra?
La experiencia me ha enseñado
    que los que siembran maldad cosechan desventura.
El soplo de Dios los destruye,
    el aliento de su enojo los consume.

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